A Alejandra Pizarnik
Yo invento Alejandras
para llorar/
Alejandras para reír
Se recuestan en la hierba
o beben su soledad
en vasos de piedra
en vasos de piedra
Cuando no asoman,
salgo a buscarlas
Quizás en la mirada oblicua
de los perros de la calle
o en el sol
escapando del horizonte.
Pero es más fácil hallarlas
en la paloma herida
que nadie intenta salvar;
cuando las miradas se vacían
y se cristaliza el dolor.
Yo hablo con mis manos
cuando quieren huir,
vuelvo,
porque veo el rostro del poema
en Alejandra
Y aunque ella se muera eternamente
buscando su roída libertad,
otras Alejandras acercaran
sus palabras al fuego,
palabras que nunca serán cenizas
y alimentaran la llama.